Actualizaciones y proyecciones en Para Nunca Olvidar de José Paredes
Por Francisco Ovando Silva
Una de las varas más utilizadas por la crítica para medir el porte y aporte de las obras literarias es la capacidad de ser leídas desde distintos puntos, posiciones de lecturas y relecturas, a través de las épocas. Los grandes monumentos poseen una vigencia inagotable que hace escapar las creaciones de su contexto de producción y las instala en una dimensión atemporal, un estante que puede ser alcanzado por cada nuevo paradigma de pensamiento y mirada social a través de la historia. Caso sin duda paradigmático será el Quijote que fuera revisado constantemente a través de los siglos que lo separan de nuestra actualidad y que cayó en las más diversas interpretaciones; una obra sencillamente divertida, una novela didáctica, una lucha romántica, un ejemplo del desvarío mental y así un largo etcétera.
Si he mencionado esta característica común de las obras canónicas es porque precisamente enmarca la situación en la cual Para Nunca Olvidar enfrenta su segunda publicación. Si bien fue publicada por primera vez bajo la celosía densa de la dictadura pinochetista hace exactamente veinticinco años, y se levantó humildemente como una reacción al régimen, a diferencia de otras obras de la época el valor de los cuentos de José O. Paredes no se entrampa en el tiempo.
Para Nunca Olvidar nos plantea frente a una problemática universal, propia del ser humano y que es tangencial a todas las épocas: la confrontación del sujeto frente a las figuras de poder. De por sí el fondo del libro escapa a toda forma y tiempo, pero también los toca. A través de este pequeño ensayo veremos cómo este libro contiene una crítica humana que se proyecta no sólo sobre la época que lo recibió por vez primera sino también a los cambios que vinieron al corto tiempo de su publicación y aún hoy a nuestra sociedad.
Derrotismo; crítica implícita y esperanza.
He mencionado ya que Para Nunca Olvidar es un libro que contiene una crítica sustancial al hombre en su situación frente al poder. ¿Pero dónde está esta crítica? Es sencillo caer en el error de leer estos cuentos de una forma práctica y así considerarlos meros testimonios de denuncia (sin duda tienen algo de eso). Pero lo cierto es que en cada relato existe una crítica constructiva latente y una acusación que trasciende la situación de los personajes.
En muchos de los cuentos presenciaremos a los hombres y mujeres desvalidos frente a los abusos de poder; personajes torturados, viudas de desaparecidos, detenidos al borde de la ejecución. Lo cierto es que lo que se nos presenta en los cuentos es justamente eso, el desconsuelo y la impotencia; al sujeto derrotado.
El derrotismo se perfila como una actitud vital, una forma de defensa frente al poder que hace imposible la protesta y la respuesta; éste se transforma en una política organizadora de los hechos narrados que convierten a los personajes en pacientes y (son guiados) los guían a un final en los que ellos no tienen apelación alguna. Ese derrotismo que es ambiente, en cuanto rodea y aflige a los personajes, es también una disposición que asumen los mismos personajes. Los protagonistas que sufren los horrores del poder se instalan en la predisposición a la protesta infructuosa.
En este punto es donde nace la crítica que hace Para Nunca Olvidar. Crítica implícita puesto que el narrador jamás la expresa. Sindica la violencia y el abuso del poder, por ello sin duda es denuncia. Pero también realiza un llamado de atención este individuo que se desenvuelve en las dinámicas del abuso, porque es pasivo y porque calla.
En estos cuentos está la presencia del nadie vio nada, del siga transitando. Sin ir demasiado lejos ahí están los brutos lujuriosos de Topless y el gentío de Ojos azules. También existe un desgano por luchar, por intentar responder. Las figuras de poder hacen y deshacen a sus anchas, el hombre ha sido derrotado tanto por el poderío ajeno como por la impotencia propia.
Esos elementos, la derrota y el mutismo, deben leerse a la luz del título mismo de este conjunto de cuentos y también de aquellos relatos que revelan la otra cara, la respuesta y la esperanza: Recordar siempre y Fuera el loco (antepenúltimo y último relatos del compendio, precisamente).
La crítica final (implícita) se transforma en un llamado, y entonces se nos presenta claro: los abusos de poder invalidan al hombre, le sustraen de la respuesta y nada se obtiene callando que no sea el sino aciago. El llamado es a no olvidar, a no dejar de luchar. Las consecuencias de obviar dicho consejo son claras, están presentes en la mayoría de los cuentos.
Universalidad, vigencia y proyección
Una de las características más relucientes de los relatos de Para Nunca Olvidar es precisamente la abundancia del símbolo, la analogía y la metáfora en la totalidad de los relatos.
Y aunque estas figuras y herramientas fueron utilizadas en primera instancia de una manera práctica (para evitar disparar las alarmas de los censores y perseguidores del régimen), se han concretado como un puente entre lo singular de la dictadura militar y lo universal de la condición humana frente al poder. Precisamente porque se evitó el nombre al momento de hablar sobre la sociedad que se buscaba criticar, se enriquecieron los relatos con una universalidad innegable.
De esta forma se encuentra, en distintos cuentos, a las instituciones del poder siendo representadas de maneras totalmente anacrónicas o desplazadas a lugares imprecisos. La falta de precisión al definir las coordenadas del espacio-tiempo termina por transportar las críticas de los relatos a un crisol de posibilidades.
Desde los cuentos presentes en Para Nunca Olvidar se puede hablar hacia cualquier tiempo y lugar que contemple el conflicto que unifica los relatos; el sujeto frente al poder.
La universalidad que se produce por ese alto trabajo simbólico en este libro colabora enormemente a su vigencia. Como ya he mencionado, los relatos apelan a una situación tangencial a toda época, y será vigente mientras el conflicto que critica siga sucediendo.
Esta característica general del libro es precisamente la que soporta en gran medida la diversidad de lecturas posibles de los relatos. A continuación veremos las proyecciones que pueden leerse desde Para Nunca Olvidar y que abarcan por supuesto su propia sociedad, la post-dictadura y aun se proyectan a nuestros días.
Del 85 a la post-dictadura.
Leer los relatos contenidos en este libro a la luz de las condiciones político-sociales del año 1985 en Chile ofrecerá como resultados el resalte de una fuerte crítica y consiguiente denuncia de, entre otras cosas, asesinatos, torturas, corrupción política, malas condiciones de los detenidos, y aun más importante, de la impotencia de las víctimas del periodo. Creo que sería innecesario ahondar en esto; los indicios en los relatos de Paredes son claros, y cualquiera que conozca nuestra historia podrá sacar provecho de estos cuentos y dar cuenta de qué es lo que denuncian.
Lo que me interesa presentar ahora son las proyecciones que pueden encontrarse en Para Nunca Olvidar hacia el periodo de post-dictadura y cómo cinco años antes de la caída del régimen militar los relatos ya prefiguraban al sujeto de la post-dictadura.
Hemos hablado ya sobre qué es lo que se denuncia y critica en los relatos de este libro. Se habla en extenso sobre la condición de la víctima desarmada de poder, del sujeto sometido sin respuesta. Y en una primera instancia, mientras el régimen militar seguía en pie, la crítica recaía en la misma sociedad que habría acogido los relatos por primera vez el ochenta y cinco. Sin embargo, en los noventa la situación política nacional ha cambiado. Tras un plebiscito nacional Pinochet cede el poder y la alianza política llamada Concertación asciende al poder con la tarea de re-establecer la democracia.
La sociedad chilena ya no vive bajo el yugo dictatorial pero sin embargo ha caído en una dinámica de la amnesia y el distanciamiento. Si bien hoy, veinte años después de la caída del régimen militar, hay una activa y ardua tarea para reconstruir el pasado y sentenciar a los criminales que violaron los derechos humanos, el proceso que se vivió de forma inmediata a partir del noventa está teñido por otros tonos.
Bien lo expresa Bernardo Subercaseaux en su artículo “El sueño de la razón produce monstruos (y también su vigilia)”, donde a través de la metáfora construida en torno a un canal de cable se habla sobre cómo los chilenos podían mirar la dictadura como un objeto casi kitsch, fantástico e irreal. Distanciarlo al punto de materializarlo casi como una mera materia de entretención, y por consiguiente, también dejar de interesarse por él.
Ese sujeto post-dictatorial, capaz de desinteresarse, de distanciarse totalmente de su pasado inmediato, ya es adivinado de forma indirecta en estos cuentos de Paredes a modo de consecuencia. Las dinámicas que se narran a lo largo del libro, tanto como situaciones de derrota que desarman a la víctima así como también las situaciones donde se presencia el “aquí no ha pasado nada” y se niega a ver y denunciar el abuso, sientan las bases del hombre para que éste se desentienda de su pasado.
Lo que sucedió con la mayoría de Chile en la post-dictadura es producto en parte de los hechos que denunció y criticó Paredes el mismo ochenta y cinco. El sujeto humano (siempre enfrentado al poder, recordémoslo) que se retrata en Para Nunca Olvidar es aquel que puede llevar a la amnesia de la post-dictadura si no opta por el acto de memoria.
En cierta manera, podemos pensar que hay dos opciones de lectura en este libro. Una de sencilla denuncia y en cuyos relatos el final es simplemente trágico y pesimista y otra en que esos relatos derrotistas se leen a la luz de la esperanza (a partir de Fuera el loco y Recordar siempre). Lo sucedido en los noventa es precisamente el haber ignorado esa esperanza (que es igualmente memoria) propuesta también en el libro.
Proyecciones a modo de conclusión
Los puntos que ya hemos tocado ligeramente confluyen para confirmar la vigencia en la que se mantiene Para Nunca Olvidar. Hemos hablado ya sobre cómo la universalidad de los relatos extiende su materia y logra que se aplique tanto a su primer contexto de recepción como a los diametrales cambios que sucederán a los pocos años de su publicación.
Esa vigencia lograda a través de la imprecisión del espacio-tiempo documental y el mismo tema del libro que trasciende toda época por sí mismo, nos lleva a plantear con bastante certeza que estos relatos han de encontrar un eco nuevamente en nuestra historia (como también pueden encontrarlo en la historia de cualquier otra nación).
En nuestra actualidad me parece necesario volver a estos cuentos no sólo pensando en entender mejor nuestro pasado, sino también en la búsqueda de claves que nos ayuden a sostenernos frente a nuestras actuales figuras de poder, buscando evitar la injusticia y el abuso.
Tras veinticinco años de su primera recepción, Para Nunca Olvidar vuelve a ser editado y publicado. No debemos ver estos cuentos con la mirada del historiador ni visitar sus líneas con los ánimos de aquél que vuelve a un museo. Hoy estos relatos siguen siendo tan importantes como lo fueron hace veinticinco años. Siguen vigentes, con vida. Nos hablan de una condición humana esencial, de sus injusticias y de abusos que aun hoy siguen sucediendo.
Este libro se ha fijado así mismo en esa estantería intemporal a la que siempre podremos volver. Con esta segunda edición tenemos una segunda oportunidad de alcanzar la repisa donde ha reposado por veinticinco años.
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