Post Mortem
a Stella Díaz Varín
Perdió la oportunidad de su vida al escribir la última crónica de la poeta en forma de epitafio, ¿o ‘reconocimiento’? Su mal gusto y mala leche, quedó demostrado otra vez al sacar a la luz historias íntimas de la occisa, que ya no venían al caso. Nosotros, sus lectores esperábamos algo mejor que su patética revancha. Era leyenda la mala vida y mejor fama que tuvo la glamorosa poeta en sus años jóvenes y en su irse del mundo de los tontos. El Fürher se equivocó de nuevo al demostrar su bajeza con la muerta que no tiene forma de refutar la fabulación de su vida pública hecha por el Palomo blanco, que de blanco tiene sólo su cabellera. Es un vil villano o está senil esta mala sombra, nos preguntamos y damos vuelta la hoja del diario. Hombre de mala fe, de mente podrida, le diría la poeta, si pudiera defenderse. Pero también recordaría que así son las cosas en su patria podrida, en que ni a los muertos dejan de chaquetearlos: la envidia es un arte nacional; bien lo supo en vida y ahora lo saben sus restos que debieran descansar en paz. El cronista mercurial sabe de esas cosas y a lo mejor ya está en su cuesta abajo y no tiene idea cuán gran poeta es la Estela, que a pesar de todo murió en su ley y nunca vendió su alma al diablo como otros de su generación, la que en los años del asco luchó junto a los suyos. Pudo hacer una hermosa crónica y no hizo más que ensuciar la memoria de la Musa de los del 50, como las palomas que bajan de las nubes a los enamorados de la Plaza de Armas con su producción terrestre.
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