sábado, 9 de abril de 2011

  

Lección de vida

     Los estudiantes la escucharon sin respirar; a más de alguno le salió un suspiro, tal vez una lágrima: algo emocionante había en la mujer que los visitaba. Como ellos había llegado bien lejos en la vida, pero también pasó el infierno de los suyos. Por culpa de los escuadrones de la muerte huyó al Norte; era profesora y la habían amenazado de muerte; por eso se aventuró en la travesía que le cambiaría la vida para siempre. No les contó las que habrá pasado en su camino a estar viva.  Los jóvenes saben de su pasión porque también la vivieron sus padres; incluso alguno de ellos mismos ha replicado la huida de la maestra Palacios, por culpa de las pandillas o por reunificación familiar. También son mojados y por eso entienden de lo que les habla. La guerra destruyó las familias del campo y la ciudad y por eso llegaron por estos lados, por nada más entonces; y por la otra guerra que asola a El Salvador después de la paz: la pobreza y las maras. Llegó a ser doctora, porque no se quedó rumiando su rabia ni tampoco muriéndose de nostalgia. Ni la muerte ni la distancia tuvieron dominio en sus territorios ni mucho menos en su alma.

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