sábado, 9 de abril de 2011

  



  Preguntas al alimón

    Quién le hace el juego a quién. Todo parecía indicar que a río revuelto ganancia de... perdedores. Los opositores, de la mano de su líder, creían que oponiéndose a como dé lugar en contra de las movidas del presidente para poner fuera del juego a los terroristas que andan dando los últimos palos de ciego –en una retirada de punto final, aunque tomadas por pinzas por estos, que de política saben muy poco; sólo conocían el silencio después de las balas, o el de los bombazos, o el de sus madrigueras. Cabría preguntarse si en realidad quieren la derrota del enemigo –en su caso y en el de todos, el enemigo principal sería los que por fin dejaron de matar– o le están dando más afrecho para que en aguas divididas saquen dividendos sustanciosos, los que están cambiando de piel. Quitándole la sal y el agua no llegarán muy lejos los que se oponen a remache a los pasos del gobierno para lidiar con la banda terrorista; se puede presagiar que llegarán nada más ni nada menos que a beber el amargo de su propia derrota e infamia. Tienen su agenda y no hay nada nefasto en ello, de eso se vive en democracia. Mas, cabría hacerse otra pregunta: estos benditos son demócratas reales ¿o son un espejismo? Todo lo ven en rojo (son peores que toros listos para el duelo a muerte) –en su caso en blanco y negro– y la vida no es así, sobre todo en política en que toda intransigencia mata a la gallina de los huevos de oro. De que tiene huevos, el señor cuestionado y sus seguidores, no cabe duda, con la salvedad que en cualquier momento se les pueden volver hueros. Es tiempo de ponerle el cascabel a los intransigentes y no dejar que sus consignas sigan ensuciando la mente de los ciudadanos que quieren más que nadie vivir en paz: el derecho de vivir en paz no se los debe ensuciar nadie. Hacen creer que la hecatombe está a la vuelta de la esquina es de frívolos, y no es para tanto. Por suerte la historia no se detiene y al final del largo camino los gritos a rebato de los intransigentes se los habrá llevado el viento: no habrá habido el Apocalipsis tanta veces anunciado por ellos y los que de manera implícita reconocían su derrota, escuchaban desde la vereda del frente los estertores de los que les hacían el juego.

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